Los recursos naturales son materias útiles para el ser humano y que se encuentran en la naturaleza. Abarcan desde el agua, la madera, los alimentos, el suelo, los minerales, el petróleo, etc. La mayoría de los recursos naturales son no renovables, es decir, su explotación en exceso conduce a un agotamiento de los mismos. Esto nos conduce al concepto de sostenibilidad, que alude a la capacidad de perdurar. Así, el desarrollo sostenible se definiría como aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades. Por tanto, la tasa de explotación de un recurso no puede superar la de renovación y la tasa de emisión de residuos debe ser inferior a la capacidad de asimilación del ecosistema donde se vierte. Actualmente la humanidad vive unos tiempos de crecimiento insostenible, con unas causas y unas consecuencias preocupantes para las futuras generaciones. Este crecimiento insostenible viene ligado a varias causas como: el hiperconsumo en las sociedades “desarrolladas”, la explosión demográfica y los desequilibrios entre los distintos países ricos, que imponen sus intereses y valores a los países empobrecidos, llevando todo ello la generación de conflictos asociados. En nuestro planeta actualmente se dibuja una situación de fuertes desequilibrios, con miles de millones de seres humanos que apenas pueden sobrevivir en los países empobrecidos, mientras una quinta parte de la población vive en una situación de sobreconsumo. Lo más grave de todo es que estas desigualdades van en aumento y están teniendo y tendrán graves consecuencias. Muchos de estos países empobrecidos son ricos en recursos naturales y es sobre éstos donde las grandes multinacionales hacen presión para la búsqueda de beneficios particulares sin tener en cuenta las consecuencias para la población local y a largo plazo para todos nosotros. Este egoísmo interesado en busca del enriquecimiento produce agotamiento de recursos, contaminación y degradación de los ecosistemas, que perjudica a todos y, explica los conflictos armados, el crimen organizado, la explotación infantil y los miles de muertos causados en los enfrentamientos en torno a la explotación de minerales (ej: coltán, diamantes, oro, etc) o la falta de atención a las necesidades de quienes padecen hambre, enfermedad, carecen de trabajo, etc.
Además, desde el último cuarto de siglo XX el mundo está conociendo los mayores movimientos migratorios de la historia. Así, están teniendo lugar migraciones por motivos políticos o bélicos que constituyen el movimiento de refugiados, migraciones por motivos económicos, es decir, por hambre, miseria, marginación y migraciones por causas ambientales, como fenómenos nuevos asociados a la degradación: desplazamientos poblacionales relacionados con el agotamiento de recursos, deforestación, sequías... o con desastres ecológicos (fruto de la falta de aplicación del principio de precaución) en los lugares de origen.
Habría que citar aquí también el término de huella ecológica, es decir, el área biológicamente productiva que necesita una persona para generar los recursos que consume y absorber los residuos que origina. Es, por tanto, una medida del grado de sostenibilidad de su modo de vida. Con la tendencia del desarrollismo desmesurado y del hiperconsumismo seguimos demandando recursos naturales, que son finitos y cuya explotación nos causa graves problemas ambientales, y que de seguir así serán irreversibles, como es el caso de la desaparición de selvas y bosques debido a la explotación maderera insostenible. Es hora de plantear un consumo responsable que tenga en cuenta el uso sostenible de recursos naturales y considerando el impacto “desde la cuna hasta la tumba” de un producto. Además, habría que considerar éticamente el consumo, olvidando el enriquecimiento a toda costa y promover actitudes en la población para reducir el consumo, incrementar la reutilización y reciclar todos los materiales posibles. Todo ello debe de ir acompañado de la ciencia y la tecnología para que sean prioritarias tecnologías que aumenten la eficiencia energética, el uso de energías renovables o que no incrementen el calentamiento global.
En definitiva, la preservación sostenible de la especie humana en nuestro planeta exige la libre participación de la ciudadanía en la toma de decisiones (lo que supone la universalización de los Derechos humanos de primera generación) y la satisfacción de sus necesidades básicas (Derechos de segunda generación). Pero esta preservación aparece hoy como un derecho en sí mismo, como parte de los llamados Derechos humanos de tercera generación, que se califican como derechos de solidaridad “porque tienden a preservar la integridad de todos y que incluyen, de forma destacada, el derecho a un ambiente sano, a la paz y al desarrollo para todos los pueblos y para las generaciones futuras, integrando en éste último la dimensión cultural que supone el derecho al patrimonio común de la humanidad. Se trata, pues, de derechos que incorporan explícitamente el objetivo de un desarrollo sostenible.
Ante todo no deben olvidar que la temática de los distintos trabajos de final de curso girará en torno a la relación entre la explotación de los recursos naturales y los derechos humanos. Si esta relación no se aborda en el trabajo el trabajo no será valorado.
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